lunes, 28 de diciembre de 2015

Gracias y misión

Nos presenta hoy Mateo en su evangelio (2,13-18) la huída de la Sagrada Familia a Egipto y la matanza de los inocentes, víctimas de la crueldad de un tirano.

Aunque este día se ha rodeado de sonrisas y bromas, el acontecimiento que recordamos es dantesco y muy difícil de digerir: el mal siempre es irracional.

Al poco tiempo de nacer ya comienza nuestro Niño a redimir asumiendo todas las consecuencias del pecado para sacar, sin duda, del mal un bien. ¡Qué bueno es repetirnos esto una y otra vez para afianzar y hacer crecer nuestra fe puesta a prueba tantas veces como somos zarandeados por el mal! Aunque la fe no impide sufrir el dolor y la oscuridad, no podemos dejar de decirnos que Dios sabe cómo manejar los acontecimientos y la Historia precisamente para poder hacer frente a tanto sinsentido.

José tampoco entendió nada en aquel momento -¿quizá nunca llegó a encontrar un porqué y un para qué...?-. Pero obedeciendo la voz del ángel, tomó a su familia y siguió las indicaciones recibidas en el sueño paso por paso. Imagino su desconcierto intentando sacudirse el sueño mientras despertaba a María. ¿Qué pasaría en esos momentos de incertidumbre y prisas por su cabeza? No sabemos... El evangelista nos dice que, tomando al Niño y a su Madre, emprendieron la huída... Tampoco nos resulta difícil imaginar el dolor de los dos cuando les llegara la noticia de lo que sucedió mientras intentaban salir del dominio de Herodes...

Cuando la vida nos presente situaciones difíciles de digerir, donde el aparente silencio de Dios pese como una losa, en las que no sepamos bien cómo actuar, hacia dónde dirigirnos, habrá llegado el momento de escuchar la voz de nuestra conciencia -¡nuestro ángel!, la voz de Dios en nosotros- y decidir en consecuencia... aunque cueste. Porque del mismo modo que José recibió la misión de cuidar del Niño y de su Madre a ti y a mí se nos ha encomendado otra. Y de la misma manera que a él nunca le faltó el auxilio del cielo para realizarla, tampoco nos faltará esa ayuda a nosotros. Por eso, pase lo que pase y venga lo que venga, podemos estar seguros del auxilio de Dios para llevar a cabo eso que Él ha dejado en nuestras manos.