sábado, 5 de diciembre de 2015

El "arte" de saber esperar

De nuevo Isaías nos anuncia la llegada de los tiempos mesiánicos, esos que traerán a los hombres la respuesta de Dios a su llanto, la orientación en sus desconciertos y extravíos, la abundancia de bienes, la curación para sus heridas... (Is 30,18-21. 23-26).

Con la llegada de Jesús a la tierra, Dios-con-nosotros, se inauguró este tiempo de salvación como cuenta Mateo en el evangelio de hoy (9,35-10). Desde entonces Él, el Maestro, no se oculta a nuestros ojos; su voz firme y serena nos indica el camino que debemos seguir para alcanzar la propia plenitud y ayudar a los demás a lograrla; para devolver toda la creación al Creador y Padre de todos cuidando de ella y trabajándola para que dé a Dios toda la gloria.

Jesús vino en humildad y regresará al final de los tiempos en gloria y majestad. Pero mientras esto llega, hay una venida -o muchas!- intermedia: esa en la que nos visita en fuerza y espíritu sosteniéndonos en el deseo de escuchar su voz, descubrirLe en todos y en todo, vivir como Él vivió. Sí, cada día Él venda nuestras heridas, nos cura las llagas de los golpes de la vida, reconduce nuestros pasos cuando nos desviamos del camino, trabaja en y a través de nosotros para que recreemos su creación preparándola para que regrese a Él.

Entre su primera venida y la última, en estas otras que cada día tienen lugar muchas veces en tu vida y en la mía, sólo tenemos que aprender un "arte": el de saber esperar. Porque todo lo que Él ha previsto para tu salvación y la mía llegará y se dará... a su debido tiempo.