miércoles, 2 de septiembre de 2015

Unas manos que curan

Te invito hoy a que contemples atentamente las manos de Jesús. Esas manos que levantaron de su postración a la suegra de Pedro; esas manos que curan a todo el que se deja acariciar por ellas (Lc 4, 38-44).


Son unas manos que te levantan cada vez que caes; unas manos que traen la salud a tu vida... ¿De cuantas postraciones te han arrancado las manos de Jesús? ¿De cuantas enfermedades te han curado? Agradece el cuidado de esas manos; bésalas con unción y reverencia. Son las manos del Señor. Ponte frente a Él tal y como eres, sin disimulos ni excusas, y déjate bendecir y acariciar por esas manos que han hecho y hacen tanto por ti.


Hoy, Jesús, te pedimos la gracia de saber descubrir tus manos en cada acontecimiento de nuestro día; en cada palabra que nos sea dicha; en cada actitud que observemos en los que nos rodean... Porque tus manos, Señor, están continuamente activas para hacerme recuperar la marcha, para ayudarme a superar mi enfermedad, para liberarme de esa esclavitud que me paraliza y no me deja ser toda tuya...