sábado, 19 de septiembre de 2015

La mejor tierra...

Jesús nos explica hoy la parábola del sembrador (Lc 8, 4-15) para que, en su presencia y ayudados por la luz del Espíritu Santo, tú y yo echemos un vistazo a nuestra tierra. Podemos estar seguros de que, si queremos y le dejamos, Él hará el milagro de convertirla en terreno capaz de acoger su Palabra.

Damos gracias a Dios en el día que comienza porque nos ha concedido conocer los secretos del Reino de Dios. Sólo tenemos que hacer silencio y poner atención a sus enseñanzas que resuenan, con ecos siempre nuevos, en lo más profundo de nosotros mismos.

Escuchar, guardar y dar fruto perseverando: estas son las "acciones" que Jesús atribuye a la tierra buena. Sabemos que una persona hizo esto a la perfección, con una delicadeza exquisita... María, nuestra Madre, es Maestra en la escucha y la custodia de la Palabra que fructificó en sus entrañas purísimas haciéndose Hombre para los hombres. A Ella, la mejor de las "tierras", encomendamos la nuestra para que la trabaje con diligencia amorosa y la convierta en un espléndido vergel que haga las delicias de su Hijo.