miércoles, 9 de septiembre de 2015

Las "contradicciones" de Jesús

Jesús ya nos tiene acostumbrados a descolocarnos con sus enseñanzas. Hoy vuelve a la carga para recordarnos dónde se encuentra la verdadera felicidad (Lc 6, 20-16).

Su palabra de hoy me sugiere tanto, tanto, que no sé bien por dónde empezar. Pero quizá eso sea lo de menos porque si conmigo Jesús hace esto, no dudo que lo hará contigo de la misma manera. Sé que lo único que hace falta para enterarme de lo que quiere decirme es disponerme a escuchar para acoger... Esto pido ahora mismo para ti... Sólo es necesario que le dejes hablarte...


Entonces, cuando tú le des paso, escucharás la voz poderosa y bien timbrada de Jesús afirmando "dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de los Dios". ¡Ay, Jesús! Ayúdanos a hacernos cargo de nuestra propia verdad para descubrir que, en realidad, somos pobres, muy pobres... Pobres porque queremos seguirte y nos detenemos en mil menudencias; pobres porque deseamos que Tú seas el único en nuestras vidas y, en cambio, las tenemos llenas y, por eso, las convertimos en "receptáculos" incapaces de acogerte; pobres porque deseamos confiar en Ti y no hacemos sino buscar seguridades de las que colgarnos, a las que aferrarnos; pobres porque...


Pero qué alegría, Jesús, ser pobre por y en todo esto; qué alegría, Señor, descubrir mi propia pobreza. Nada mejor me puede suceder porque entonces -y sólo entonces-, cuando me reconozca pobre y me acepte en esa precariedad que es la nota dominante en mi vida, tomaré posesión de tu Reino, ese que, por expreso deseo tuyo, es mío y sólo mío precisamente porque soy tan pobre.