jueves, 10 de septiembre de 2015

La medida de no tener medida

Los consejos que hoy nos da Jesús (Lc 6, 27-38) nos hablan de Él mismo, de su magnanimidad.

Párate un poco para hacer silencio y echar una mirada a tu vida. Prestando sólo un poquito de atención descubrirás -lo hace el Espíritu Santo por ti en lo más hondo de ti- cómo ha respondido el Señor a tus requerimientos, a tus necesidades; cómo te ha reconducido con dulzura y paciencia infinitas al Camino que es tu felicidad por ser Él mismo cuando tus pasos se desviaron; de qué forma tan elegante -¡tan suya!- te recibió cuando te habías alejado en busca de no se sabe bien qué; cómo esperaba tras reclamarte cuando tú  respondías con frialdad e indiferencia a su solicitud amorosa... Caerás en la cuenta de que la medida que Jesús tiene para dar y darSe es no tener medida.

Acoge en tu corazón esta verdad que se ha hecho real, contante y sonante en tu propia vida; déjala descansar allí limitándote a acariciarla con las manos del alma, a saborearla con el paladar del corazón, a sentirla como se siente la brisa marina en la cara o un beso dulce en la mejilla. Cuando procures acunarla con mimo en lo más íntimo de ti mismo te sorprenderá recibir de Jesús el amor y la fuerza que harán posible que comiences a imitarlo en todo esto que te propone aunque sea muy tímidamente. ¡No te preocupes! A medida que se vaya haciendo más fuerte el vínculo que os une te irá dando su propia medida para que tampoco tú tengas medida en el amor a Él y a los demás. Ese amor sin medida te irá haciendo cada vez más tú mismo; irá esculpiendo en ti aquel que verdadera y realmente eres, aquel que estás llamado a ser.