jueves, 3 de septiembre de 2015

Una barca para Jesús

Del mismo modo que pidió aquel día a Pedro que le dejara su barca para predicar desde ella (Lc 5, 1-11), hoy Jesús nos pide a ti y a mí que le prestemos la nuestra. 

Dejar nuestra barca al Señor puede parecernos una manifestación de generosidad por nuestra parte. Pero esto es sólo una apariencia que se desvanece cuando caemos en la cuenta de que todo lo que somos y tenemos, ¡absolutamente todo!, nos lo ha dado Él. Cuando descubrimos en nuestra vida esta realidad, dejarLe nuestra barca deja de ser un acto de generosidad por nuestra parte para pasar a convertirse en una respuesta lógica que queda circunscrita a los límites de lo que es estrictamente justo. 

Te invito a considerar en la presencia de Jesús cuál es tu barca: dónde tienes puesta tu seguridad; a qué estás apegado; qué te has apropiado como si en realidad fuera tuyo cuando no lo es... El Espíritu Santo te ayudará a descubrirlo y te prestará su fortaleza para que lo entregues al Señor. Aún más, te aseguro que si haces esto experimentarás, aunque el desasimiento cueste, la alegría de quien se encuentra cara a cara y en soledad con Jesús. Éste es el comienzo de una aventura apasionante.  El Señor, cuando recibe de nosotros lo que le debemos en justicia, se vuelca como si hubiéramos realizado la mayor de las heroicidades. Frente a nuestra pretendida "generosidad", Jesús despliega toda su magnanimidad de Dios que nos desborda.

¡¡¡Atrévete a hacer la prueba!!! Toma la mano de la Virgen y, con su ayuda, di como Ella a su Hijo: "Adelante, Jesús. Quiero darTe mi barca sin derecho a recuperarla para que Tú la emplees como mejor convenga".