domingo, 6 de septiembre de 2015

Effetá

Sabemos que Jesús no deja de interceder ante Padre por cada uno de nosotros –por ti y por mí…-. El Hijo que salió del Padre y a Él regresó ha sido el primero en coronar la meta, en completar el recorrido que conduce de vuelta a nuestro origen que es, al mismo tiempo, nuestra plenitud. Pero también sabemos que su aventura está incompleta, en cierto modo, mientras quede un hermano suyo en peregrinación. Por eso Jesús no se desentiende de nuestra trayectoria, de nuestra vida, permaneciendo continuamente a nuestro lado sin dejar de rogar por nosotros al Padre para que todo vaya bien.

Esta mañana, al hilo del evangelio (Mc 7, 31-37), lo imagino tal y como nos lo describe el evangelista: mirando al cielo, suspirando y pronunciando esa palabra que nos devolverá la vida que vamos perdiendo a girones a medida que recorremos nuestro camino. Porque son muchos los obstáculos que encontramos a nuestro paso; porque no siempre es fácil continuar...


Porque nuestros sentidos, esas ventanas del alma que son una magnífica ayuda para conducirnos hacia nuestra meta, se encuentran, tantas veces, disminuidos por la propia fragilidad, atrofiados por no emplearlos para lo que sirven, dañados por el mal uso que hacemos de ellos, abotargados por los ruidos de dentro y de fuera… Jesús lo sabe bien y, aunque no se lo pidamos –el sordo del evangelio tampoco lo hizo sino que lo hicieron por él-, pide al Padre que los abra, que les devuelva su pujanza, para poder seguir sus pasos, su ejemplo, para que podamos imitar sus ejemplos y su vida entera.


Déjate hoy “apartar” por el Señor del jaleo cotidiano; no te retires cuando meta sus dedos en tus oídos ni impidas que toque con su saliva tu lengua. Deja que el Señor haga contigo lo que estime oportuno hacer. Él y sólo Él te capacitará para seguir sus pasos, te dará lo que más tarde te va a pedir para que puedas avanzar por el camino de tu propia plenitud. ¿Imaginas lo que puede ser estar a solas con Él en esa proximidad física que te devuelve la salud y te da la agilidad que necesitas para llegar a más…? ¿Lo imaginas…? Inténtalo de la mano del Espíritu acompañado por la presencia maternal de María. Te aseguro que vivirás una experiencia apasionante que no cambiarás por nada ni por nadie.