martes, 22 de septiembre de 2015

La mirada de Jesús

El evangelio de hoy (Lc 8, 19-21) nos presenta la escena en la que algunos de los parientes del Señor, acompañados por su Madre, acuden al lugar al que está predicando para hablar con Él. Y es tanto el gentío reunido en torno a Jesús que tienen que mandarle recado de que están ahí porque les resulta imposible acercarse al Maestro.

La respuesta del Señor a aquel que le anuncia la presencia de su familia va dirigida hoy a ti y a mí porque la Palabra de Dios se actualiza cada vez que nos enfrentamos al texto con el propósito de escuchar la voz del que es la Palabra. Quien nos hace escuchar esa Palabra viva como dicha para nosotros, pronunciada para iluminar nuestro hoy y nuestro ahora es el Espíritu Santo. Bajo su guía nos ponemos para dejarnos conducir por Él en esa aventura que supone meditar la Palabra de Dios.


Vamos a imaginarnos a Jesús cuando da la respuesta que ya conocemos ante la noticia de que sus parientes han llegado y desean verlo. Mateo, en el pasaje paralelo (12, 46-50), apunta que el Señor señaló con su mano a los que tenía alrededor al responder; Marcos (3, 34) menciona que Jesús miró a los que estaban sentados a su alrededor.


Te invito a parar aquí la escena y a detenerte en la mirada de Jesús. Mírale a los ojos mientras te dice que eres su madre y su hermano si escuchas su Palabra y la pones por obra. No te importe detenerte en esa mirada todo el tiempo que haga falta. Te aseguro que en ella encontrarás la gracia y la fuerza para hacer eso que el Señor te dice. Sí, bebe de esa mirada para absorber la sabiduría que te acompañará en la escucha de esa Palabra y la fortaleza que hará realidad esa Palabra en tu vida. Porque la Palabra de Dios es eficaz y realiza lo que dice siempre y cuando tú y yo dejemos a Jesús ser Dios en nuestra vida.