lunes, 7 de septiembre de 2015

Levántate!!!

Jesús entra a la sinagoga a enseñar, pero no puede ni quiere pasar por alto la presencia de un hombre enfermo en el recinto sagrado (Lc 6,6-11). Ha venido a liberar al hombre y, fiel a su misión, no deja que nada se interponga en su camino cuando se trata de hacer el bien.


Es probable que aquel hombre se sintiera avergonzado cuando Jesús le pidió que se levantara y se pusiera en medio de la asamblea. Pero obedece. Es Jesús quien ha tomado la iniciativa para curarlo y será también el Señor quien lo defienda en caso de ataques injustos.


Así hace el Señor contigo y conmigo: entra en nuestras vidas para curar nuestras heridas y poco o nada le importa lo demás. Por eso nos pide que nos levantemos con su voz poderosa: no hay nada que temer porque el Salvador carga con tus miserias y con las mías haciendo frente a nuestros enemigos; Él es nuestro valedor y nuestro defensor. ¿Podremos temer entonces algo?

Hoy pronuncia ese imperativo para ti y para mí. Guarda silencio y escucharás en lo más profundo de tu ser, en el hondón de tu alma, palabras parecidas a éstas: "¡Levántate! Tienes toda la dignidad de hijo de Dios porque Yo te he reconciliado con el Padre. No temas. Levántate y así, levantado, espera mi curación. ¿Sufres por haber caído? ¿Te lamentas de tus heridas? No lo hagas porque, si permaneces a mi lado y haces caso de lo que te digo, todo eso que lamentas de tu vida, que te avergüenza, que desearías borrar, no sólo no va a ser causa de bochorno o rubor para ti, sino que será motivo para que la gloria de Dios se manifieste a través de mi poder para sanar y salvar. ¿O acaso has olvidado que soy Yo el único que te justifica?". 

Que tú y yo, fiados sólo en la misericordia infinita de Jesús, nos pongamos en pie y, mirando a sus ojos que nos aman con amor infinito, esperemos la manifestación de su poder para nuestro propio bien y el de todos los que contemplen su obra en nuestras vidas.