domingo, 25 de octubre de 2015

Pedir fiados en el poder de Dios

El evangelio de hoy (Mc 14,46-52) nos relata el encuentro entrañable de Jesús con Bartimeo, el ciego de Jericó.

Este hombre, valiente, no se arredró ante las protestas de quienes pretendían hacerle callar cuando llamaba en su desolación al Maestro. Nos cuenta el evangelista que, no sólo no calló, sino que gritaba aún más fuerte para hacerse oír por Jesús. ¡¡¡Es tanta su necesidad de recobrar la vista!!!

Su oración, "Hijo de David, ten compasión de mí", es modelo de oración suplicante. Su perseverancia detuvo los pasos del Señor y su fe logró la curación con la que había soñado durante toda su vida.

Estoy pensando mucho hoy en la fe de Bartimeo. Y, por contraste... ¡descubro que la mía es tan pobre! ¿Sabes, por eso mismo, lo que estoy pidiendo hoy a Jesús al escuchar su voz serena y dulce preguntándome qué es lo que quiero que haga por mí? Le estoy diciendo: "Señor, cúrame de eso que sabes que necesito sanar para seguirte por el camino como hizo el hijo de Timeo. Pero, como no me puedes curar por mi fe, tan raquítica y tan pobre, cúrame por tu poder y el amor que me tienes". A lo mejor son figuraciones mías, pero te aseguro que ahora mismo, mientras escribo, estoy viendo la sonrisa amplia, resplandeciente, radiante de Jesús que se vuelca sobre mí envolviéndome en su luz. Ojalá que en esta tarde de Domingo te dejes iluminar por esa sonrisa divina.