
Te animo a que, tal y como hicieron los seguidores de Jesús tras su marcha al Cielo (Hch 1,12.14), nos reunamos hoy en torno a María para que Ella nos enseñe a orar y acompañe nuestra oración ante el altar de Dios. Y te animo a que la piropees como aquel día hizo esa mujer del pueblo al escuchar y ver a su Hijo (Lc 11,27-28): bendita seas, María, por haber dicho "sí" haciendo posible que Dios fuera uno de los nuestros; bendita seas por haber dado al Verbo tu carne y tu sangre permitiendo que asumiera nuestra naturaleza; bendita seas por haber escuchado y cumplido la Palabra de Dios; benditas seas, Madre nuestra, y bendito sea el Fruto de tu vientre.