viernes, 20 de mayo de 2016

Él ha hecho posible lo imposible

El salmo 102, que hemos proclamado en la Misa de hoy, nos recuerda que el Señor es compasivo y misericordioso.

Sí, nuestro Dios es compasión y misericordia. Compasión porque ha padecido y padece por nosotros, con nosotros y en nosotros; misericordia porque hace Suyas nuestras pobrezas, dolores y sufrimientos para transformarlos en riqueza, gozo y vida.

Como nos dice el Espíritu Santo con este salmo, todas nuestras culpas están perdonadas y nuestras enfermedades curadas; el poder de Dios nos rescata de nuestras fosas para llenarnos de gracia y de ternura... De esas fosas en las que caemos continuamente a lo largo de la vida y de la última fosa: esa que parece tragarse a quienes más amamos cuando nos abandonan.

Pero no: ninguno de los males que nos afligen en esta vida tienen la última palabra; y la muerte tampoco. Unos y otra han sido vencidos por el Único capaz de someterlos. Y lo que antes de la encarnación del Verbo, de Su muerte y Su resurrección era dolor, angustia y sinsentido, ha sido convertido por Él en victoria definitiva.

Ojalá tú y yo nos creamos esto y lleguemos a vivirlo como lo más real. Porque Dios lo ha dicho y lo ha hecho y Él no puede engañarse ni engañar... Sí, Jesús ha hecho posible lo que era del todo y absolutamente imposible. Que María, la Madre Dolorosa que vivió el dolor más grande, nos acompañe y ayude para que nos dejemos sacar de nuestras fosas por el poder de Su Hijo. Madre y Señora Nuestra, guarda y haz crecer nuestra esperanza.