jueves, 19 de mayo de 2016

Con sonrisa amplia y corazón agradecido


Las lecturas de la Misa de hoy, día de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, presentan a nuestra consideración la doble ofrenda del Señor al Padre: su sacrificio, ofrecido como expiación por nuestros pecados (Hbr 10,11-18), y su entrega en el altar, perpetuada por sus sacerdotes hasta el final de los tiempos, en la que se nos da como Comida y Bebida de salvación (Lc 22,14-23,56).


La Casa de Dios tiene sus puertas abiertas de par en par; la "entrada" ha sido comprada a precio de Sangre; el Camino que nos conduce a ella ha sido trazado de manera indeleble y las Provisiones para que alcancemos la meta, aseguradas: Jesús permanece junto a nosotros todos los días hasta el fin del mundo en Su Espíritu, el Consolador y Maestro interior que nos conforta y nos guía, y en la Eucaristía, alimento para el camino.

El mismo que se ha ofrecido para que tengamos Vida abundante -¡¡¡la Suya!!!- es el que está sentado a la derecha del Padre esperándonos con los brazos abiertos. ¿Cómo no vamos a acercarnos con confianza a ese trono que, por Su infinita misericordia, es también el nuestro? Entremos sin miedo donde jamás soñamos estar: la deuda por nuestros pecados fue cancelada por el Único que podía hacerlo y los medios para llegar y sentarnos junto a Él son infalibles. ¡Acerquémonos con confianza al trono de la gracia! Porque todo nos ha sido dado sin mérito alguno de nuestra parte y el Señor sólo espera de nosotros que lo recibamos con sonrisa amplia y corazón agradecido.