sábado, 2 de enero de 2016

Una Verdad básica

Hoy la liturgia nos habla de la Verdad primera y fundamental que es Jesús, el Señor. La siguiente verdad que nos ayuda a edificar nuestra vida sobre los cimientos adecuados, por verdaderos, consiste en reconocer, precisamente, que Jesús es el Cristo, tal y como afirma San Juan en su primera carta (2,22-28). También nos da el apóstol la "garantía" para andar en verdad que no es otra que la presencia del Espíritu en nosotros. En esa "escuela interior" aprenderemos a no engañarnos ni engañar a los demás. Sí, la permanencia en Jesús es posible por la escucha de su Espíritu y la docilidad a sus indicaciones.

A veces se nos puede presentar la tentación de aprovecharnos de alguna mentira para obtener un beneficio o de ampararnos en alguna falsedad para salir airosos de determinadas circunstancias. Nada de esto hizo el Bautista cuando se acercaron a preguntarle acerca de su identidad (Jn 1,19-28). El Precursor, asistido por el Espíritu Santo, siempre supo contestar lo que debía y como debía. 

Ojalá que tú y yo nos dejemos auxiliar por el Divino Huésped para ser fieles al Señor; ojalá puedan decir de nosotros que somos auténticos y veraces porque hayamos edificado nuestra vida -o procuremos hacerlo al menos- sobre la Verdad básica que es Jesús y tratemos de ser coherentes con nuestra realidad de seguidores suyos.