miércoles, 27 de enero de 2016

Fidelidad y fecundidad

Es impresionante ver cómo responde el Señor a la propuesta de David de construirLe un lugar digno para que habite en medio de su pueblo: Dios le concede, junto a muchos otros bienes, el mayor de todos: ser estirpe del Mesías (2Samuel 7,4-17).

Dios mantuvo su promesa a David, a pesar de las infidelidades del rey, porque Él es fiel. Y es la suya una fidelidad que regala una fecundidad que nos supera, muy por encima de nuestras expectativas.

Jesús nos recuerda esto con la parábola del sembrador (Mc 4,1-20): el mismo que siembra es el que hace prosperar esa semilla. Sólo necesita una tierra apropiada para echar raíces. 

Esa tierra somos tú y yo, si queremos. Porque para ser buena tierra basta con aceptar Su Palabra y acogerla al abrigo de una meditación silenciosa. Basta con esto para que se produzca el milagro: esa Palabra nos transformará y hará brotar en nuestra tierra toda suerte de árboles, flores y frutos. Prueba y verás... Porque Dios es fiel y su fidelidad es fecundidad.