martes, 5 de enero de 2016

El Dios del encuentro

El Evangelio de Juan (1,43-51) vuelve a poner ante los ojos de nuestra alma la invitación que ayer Jesús dirigía a los dos apóstoles y que hoy aparece en labios de Felipe: "Ven y verás".

El relato evangélico nos presenta el diálogo en el que Felipe anuncia a su amigo Natanael que ha encontrado al Mesías esperado en Jesús de Nazaret. Este diálogo, siguiendo la narración de Juan, es inmediatamente posterior al "sígueme" que el Maestro ha dirigido a Felipe.

"Ven y verás". Estos dos verbos nos indican el movimiento con el que cada uno nos hemos acercado y hemos descubierto al Señor. Él nos llamó y a Él hemos ido y vamos cada día por medio de su Palabra y de la Eucaristía para verLe, para vernos a nosotros mismos, a los demás y al mundo que nos rodea desde Él. Y hacen referencia también al modo en que tenemos que acercar a otros a Jesús: dejando las moralinas, las enseñanzas y las lecciones para presentar a los que conviven con nosotros al Señor, vivo y presente a nuestro lado en medio de nuestro ajetreo diario.  

Por eso, antes de anunciarlo, tenemos que tratarlo, amarlo y conocerlo. Esto no se hace "de una vez"; cada día hemos de cultivar ese trato de intimidad con Jesús, esos momentos de encuentro con Él en los que lo amamos y nos hacemos conscientes de su amor; un encuentro que facilita el conocimiento del Señor con el estudio y la lectura orante de Su Palabra...

Ojalá que tú y yo intentemos con toda nuestra alma vivir esto. Así el Espíritu, obrando en nuestro interior, nos hará capaces de servir de guía a muchos, como aquel día hizo con Felipe, para que se encuentren con Jesús, el Único que da sentido a nuestras vidas.