martes, 21 de junio de 2016

La Puerta es Cristo

La lectura del segundo libro de los Reyes (19,9b-11. 14-21. 31-35a. 36) nos presenta el poder que tiene ante Dios la oración confiada: es la plegaria de un solo hombre, el piadoso rey Ezequías, la que salva a Israel de caer en manos de Senaquerib, rey de Asiria.

La victoria es de nuestro Dios, que se ha dado a Sí Mismo por nosotros, por cada uno, por ti y por mí. Por eso, aunque sus invitaciones puedan parecernos exigentes -¡lo son!- y, a veces, imposibles -sin el auxilio de Su gracia no podemos secundarlas-, contamos con el poder de la oración para vencer a nuestros enemigos... ¡porque no somos nosotros quienes los vencemos, sino el mismo Jesús Quien lo hace en nosotros!

Entrar por la Puerta estrecha, que es Jesús, es difícil. Porque imitar Su vida, entregarnos como Él lo hizo, nos supera de todas, todas. Pero tú y yo, por gracia inmerecida, ya hemos dado con esa Puerta con la que pocos dan, según las palabras del Señor en el Evangelio de hoy (Mt 7,6. 12-14). Y atravesarla es posible si queremos de verdad, se lo pedimos a Quien es la Puerta, y nos dejamos empujar por Su gracia para pasar al otro lado.