jueves, 9 de junio de 2016

Él lo hace en ti y a través de ti... si Le dejas

Ayer nos decía el Señor que había venido a dar plenitud a la ley y a los profetas. El Evangelio de hoy nos presenta un ejemplo de esa plenitud a la que se refería Jesús (Mt 5,20-26).

El mandamiento de no matar se queda muy por debajo de lo que el Señor nos pide a ti y a mí. Porque, como Él mismo nos dice, todo el que esté peleado con su hermano será procesado. Y añade que no podemos pretender hacer una ofrenda a Dios si no nos hemos reconciliado antes con aquel de quien nos habíamos distanciado.

Esto nos parece excesivo -al menos a mí- e imposible de alcanzar: ¿quién no ha llamado imbécil o renegado al que le ha hecho daño de algún modo? ¡Claro que es difícil lo que Jesús nos pide! Pero deja de serlo si contamos con la realidad: Él nos da Su gracia para que vivamos así y Su Espíritu nos fortalece con sus dones para hacer esto posible. 

Pienso que es bueno, muy bueno, que nos sintamos pobres e incapaces de vivir la Vida de Jesús. Es realmente bueno si este sentimiento, fruto del conocimiento de nosotros mismos y de nuestros límites, nos lleva a orar con la fe y la humildad de Elías (1Re 18,41-46) pidiéndoLe al Señor que tenga compasión de nosotros y sea Él Quien ame, perdone y acoja a los demás en y a través de nuestra pobreza y limitación.