domingo, 13 de noviembre de 2016

Sin cansancio y sin descanso

Podemos extraer del Evangelio de hoy (Lc 21,5-19), especialmente denso en su contenido, tres enseñanzas de Jesús para nuestra propia vida.

El Señor anuncia a los suyos que no quedará piedra sobre piedra del templo que ahora contemplan y ante cuya belleza se sientes fascinados. Podríamos leer esto referido a la obra que Jesús está llevando a cabo en cada uno de nosotros. ¡Cuántas cosas tienen que ser destruidas en ti y en mí para que emerja Su imagen en nosotros! Esa imagen que fue el Modelo del Padre cuando nos creó. Comportamientos, actitudes, falsas seguridades... Todo eso caerá y, aunque duelan esos "despojamientos", podemos y debemos vivirlos en la serenidad que el mismo Señor nos regala aguardando, expectantes y con el corazón lleno de esperanza, el momento en que la obra maestra que está realizando en la vida de cada uno de nosotros brille en todo su esplendor y concluya según su designio amoroso de salvación.

El sufrimiento que sin duda nos reportará en algunos momentos esa "destrucción" beneficiosa que el Espíritu lleva a cabo en nosotros; la oscuridad en la que, a veces, se ve envuelta, serán ocasión para dar testimonio de las maravillas que el Señor realiza en nuestras vidas. Y, aunque nos encontremos en situaciones delicadas en las que no sepamos qué decir o cómo comportarnos para ser sus testigos, Jesús nos promete que nos dará palabras y sabiduría capaces de dar cuenta a los demás -¡y a nosotros mismos!- del sentido de nuestra vida en Él. Sí, estas palabras y esta sabiduría serán faros que arrojen luz sobre lo inexplicable por doloroso y oscuro siendo "defensa" ante los demás y ante nosotros mismos, protección ante las tentaciones del desaliento y del abandono del camino. Ellas serán las que nos conviertan en verdaderos testigos de Dios ante el mundo.

Jesús nos exhorta a perseverar en Su seguimiento a pesar de todos los obstáculos y dificultades. Y es que, si perseveramos en la confianza de que nuestro Padre cuida de nosotros y que nada de lo que nos sucede lo haría si no fuera para nuestro bien -aunque de momento no entendamos nada de nada-, contemplaremos Su luz resplandeciendo sobre nuestra vida y gozaremos de la salvación a la que hemos sido destinados desde siempre por el Dios-Padre que vela por nosotros sin cansancio y sin descanso.