viernes, 4 de noviembre de 2016

Hijos de la luz

El Evangelio de hoy trae a nuestra consideración la actitud del administrador injusto que mereció la alabanza del Señor (Lc 16,1-8). El fragmento se cierra con una frase contundente de Jesús: "Ciertamente los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz".

Este administrador que malgastaba los bienes de su amo aprovechándose de su situación privilegiada en propio beneficio, es para nosotros ejemplo en algo muy concreto: sabe, y realmente lo hace, cómo poner en juego todas las capacidades que tiene para prever el mal que le va a sobrevenir y tratar de minimizarlo.

Sabemos que para nosotros el mejor bien consiste en vivir de modo que todo lo que nos sucede nos sirva para encontrarnos con Jesús. Y, por la llamada que hoy nos dirige el Señor, somos conscientes de que nos ha dado los dones y capacidades suficientes para vivir así, como hijos de la luz. Por contra, el mayor mal que puede sobrevenirnos es la separación del que es nuestra vida.

Ojalá que adquiramos la sabiduría que nos pone a salvo del mal; ojalá que, como el administrador de la parábola, pongamos todo lo que somos y tenemos al servicio del Señor para que Él haga de la nuestra una vida semejante a la suya. Por eso hoy pido para ti y para mí que la Luz de Dios, que es Su Espíritu, haga de nosotros verdaderos hijos de la luz.