sábado, 12 de noviembre de 2016

Haciendo silencio y vacío

Vuelve a presentarnos el Evangelio de Lucas la parábola del juez injusto de la que Jesús se sirvió para animar a los suyos a orar siempre sin desanimarse y a hacerlo en la absoluta confianza de que el Señor siempre escucha nuestra oración (Lc 18,1-8). Y siempre es siempre.


Si la palabra de Dios es veraz, y lo es, podemos preguntarnos qué es lo que sucede cuando no obtenemos de Dios eso que le pedimos. Te invito a pensar en Su Presencia esto que voy a decirte: la oración no se hace, se recibe. Es el Espíritu Santo Quien nos la regala gimiendo por nosotros en nuestro interior. Él, que sí sabe pedir lo que nos conviene, es el Orante. Entonces, ¿qué papel desempeñamos nosotros en esta "aventura" que es la oración? Verás: me parece que nuestra tarea consiste en hacer silencio y vacío para escuchar y acoger esa oración que el mismo Dios hace en nosotros y desde nosotros. De este modo podemos estar seguros de que se nos dará lo que pedimos sin tardanza, como afirma Jesús en este Evangelio.



Ojalá que aprendamos a escuchar esos gemidos inefables del Espíritu en nuestro interior; ojalá que los acojamos y nos dejemos invadir por ellos. Porque es esa oración la que nos sumerge de lleno en la corriente de amor intratrinitaria que es la Vida auténtica, esa Vida en la que participamos por pura misericordia de Dios.