domingo, 6 de noviembre de 2016

Celebrando el don de la vida

Las lecturas que nos propone hoy la liturgia son un canto a la vida. En la primera, siete hermanos macabeos y su madre, condenados a muerte por seguir al Dios verdadero, nos dan un testimonio precioso de fidelidad y de fe en la resurrección de los muertos: saben que la muerte no tiene la última palabra porque se fían plenamente de la Palabra del que les ha creado para la vida (2Macabeos 7,1-2. 9-14).

En el Evangelio, Jesús nos dice que somos hijos de Dios y que, para este Padre de vida, todos sus hijos está vivos siempre porque participan de la Resurrección del Hijo, el Primero entre muchos hermanos, entre los que nos encontramos tú y yo por pura gratuidad y amor de un Dios que es Vida y quiere que todos participen de ella.

Que hoy sea un día para agradecer el don de esta vida que ya disfrutamos y que nunca se acaba. Y que sepamos aprovechar a tope el tiempo de este primer tramo de existencia para que, cuando la muerte nos abra la puerta del siguiente, traspasemos ese umbral con la mejor disposición para acoger el don inmenso, precioso, inabarcable e insondable de la vida eterna;  para que lo traspasemos dispuestos a dejarnos bañar por la Luz que es Dios mismo, el Sol sin ocaso. Y eso ya para siempre, para siempre, para siempre...