martes, 8 de noviembre de 2016

Perdiendo el tiempo...

El salmo que hoy hemos proclamado y meditado reza así: "Sea el Señor tu delicia, y Él te dará lo que pide tu corazón" (Sal 36). ¿Cómo hacer, preguntaba a Jesús esta mañana, que Tú seas mi delicia? Os cuento lo que se me ha ocurrido...

Quizá una forma de hacer del Señor nuestra delicia consista en "perder" nuestro "valiosísimo" tiempo con Él. Con "perder el tiempo" me refiero a procurarnos todos los ratos que podamos en Su Presencia; a frecuentarLe en el Pan Vivo, presente sobre el Altar en cada Misa y reservado en el Tabernáculo por nuestro amor, y en Su Palabra, estando muchos ratos a solas con Él. No importa que no sepamos qué hacer con la Sagrada Escritura entre nuestras manos ni qué decir o cómo comportarnos cuando nos situamos frente a Jesús que habita cada Sagrario de una forma tan misteriosa como real. Cada vez estoy más convencida de que basta con "estar" aunque la cabeza se nos vaya mil veces a otros lugares, aunque no tengamos ganas de estar ahí, aunque nos parezca que estamos perdiendo el tiempo... ¡Si es que lo estamos perdiendo de verdad y de la mejor manera! 

Perdemos el tiempo cuando hacemos lo poquito que está en nuestras manos y lo poquísimo que nos permiten nuestra limitación y nuestra pobreza esperándolo todo de Él, que es Quien lo puede todo. "Perder" así nuestro tiempo es perder la vida para ganarla, como nos ha prometido el Señor.

Y mientras perdemos nuestro tiempo -que en realidad es sólo y totalmente Suyo- vamos haciendo de esa práctica estupenda una costumbre, de la costumbre un hábito y del hábito un habitar con Él en nuestro interior. Porque allí deposita el Señor, en lo más hondo de nuestro corazón, los deseos que le hacen vibrar al ritmo de Sus deseos y de Su voluntad; porque esos deseos, puestos con infinito cuidado por el Señor en el hondón de nuestra alma, son los que nos permiten identificarnos con Él y hacer de nuestra vida eso que Jesús quiere que sea. Así, mientras "perdemos" nuestro "valiosísimo" tiempo dejando de hacer esas cosas que nos hacen tan útiles y valiosos a la vista de los demás, nuestro interior se va fraguando con el mismo Ser de Dios acompasado con esos latidos del corazón que va deseando lo que el Señor quiere que deseemos.

Sí, vamos a "perder" todo el tiempo que podamos; a "perderlo" conscientemente; a buscar esa "pérdida" de tiempo con todas nuestras ansias y nuestro anhelo. De este modo el Señor se convertirá en nuestra delicia y Él mismo nos dará lo que desea nuestro corazón.