lunes, 18 de abril de 2016

Una Puerta a la Vida

Nos dice Jesús por medio de Juan que Él es la Puerta de las ovejas. Y que quien entre por Él se salvará, podrá entrar y salir y encontrará pastos (Jn 10,1-10). Esa Puerta se abre a la Vida que es Jesús mismo; una Vida abundantísima, eterna... En Mateo 7,13, el Señor nos invita a entrar por la Puerta estrecha porque, a pesar de su estrechez, es el acceso a la plenitud.

Jesús, para convertirse en Puerta, también se sometió, voluntariamente y por amor, a las "estrecheces" de una humanidad asumida en Sí Mismo con todas sus consecuencias. La magnitud de este abajamiento es tal que escapa a nuestros pobres esquemas, pero tenemos que intentar considerarlo pidiendo al Espíritu que ilumine nuestra mente. Así podremos ir adentrándonos en el misterio del anonadamiento del Verbo hecho Carne. Como siempre, el Maestro va delante de nosotros marcándonos el camino y haciendo posible que transitemos por él siguiendo sus huellas.


Vamos a pararnos hoy preguntándoLe cómo podemos entrar por esa Puerta. Él nos descubrirá dónde se encuentra -en esa situación que nos gustaría que no se diera; en esa persona inoportuna que interrumpe nuestras tareas; en esa actitud del otro que nos hace daño o nos molesta; en esa noticia que nos desasosiega...- identificándose con ella. Entonces, cuando nuestros ojos miopes descubran a Jesús, dejaremos que tome nuestra mano y atravesaremos la "estrechez" con la alegría y la esperanza de quien sabe lo que hay tras esa Puerta que da a la Vida.