jueves, 20 de octubre de 2016

La impaciencia y la angustia de un Dios encarnado

Hoy escuchamos a Jesús exclamar: "He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla!" (Lc 12, 49-50).

El Señor, consciente de Su misión, desea con toda su alma que se realice... y siente impaciencia mientras espera Su hora; conocedor del precio que ha de pagar, siente la angustia de lo que está por venir sin terminar de llegar... Sí, Jesús es plenamente humano; sus sentimientos son los de un hombre. Él ha asumido nuestra naturaleza con todas sus consecuencias para que podamos identificarnos con Él en todo y así poder llegar a ser lo que estamos llamados a ser: hijos en el Hijo.

Impaciencia santa, angustia en la espera de eso que sabemos ha de llegar pero no termina de hacerlo... ¿Cuándo y por qué sentimos impaciencia en nuestro día a día? ¿Cuál es la causa de nuestra angustia? Que el Espíritu Santo nos "enseñe" a hacer nuestros los sentimientos del Señor; que nos haga descubrir nuestra misión en esta vida y poner todo lo que somos y tenemos en juego para secundar Su gracia y colaborar en el cumplimiento de esa parte pequeña que nos compete en el gran plan de redención que el Padre tiene para el mundo. Y que nos conceda la gracia de sentir impaciencia y angustia sólo por lo que tenemos que sentirlas.