sábado, 25 de julio de 2015

Santiago, Patrón de España

La Palabra que la Iglesia nos propone hoy, día en que celebramos a nuestro Patrón, nos lleva a profundizar en algunos aspectos de la vivencia de la fe que a través de los Apóstoles ha llegado a nosotros como un auténtico regalo de parte de Dios.

Santiago fue llamado a dar testimonio de la Resurrección de Jesús (Hch 4,33; 5,12. 27b-33; 12,1b) y lo hizo hasta el derramamiento de su sangre. Tú y yo también contamos con la gracia para ser, entre los que comparten nuestra vida de un modo u otro, testigos de la Resurrección. 

El testigo es aquel que ha presenciado algo y, por eso, puede afirmar que ha sucedido realmente. Aunque no estábamos con los discípulos en la mañana de Pascua nos ha sido regalada la fe que nos permite hacer el mismo anuncio que ellos hicieron. Esa fe no es sólo creer lo que nos han contado por el crédito que otorgamos a los que nos refirieron eso que creemos -que también-. La fe que nos ha sido otorgada como el mayor de los dones que hemos recibido se nutre de un encuentro personal con Jesús Resucitado que nos capacita para anunciar lo que hemos visto y oído con los sentidos del alma.

Esos sentidos captan la Palabra de Jesús que, interiorizada, nos ayuda a descubrir el paso del Señor por nuestra vida; su permanencia en lo más íntimo de nosotros mismos; la asistencia de su Espíritu que nos regala sus dones y frutos. Así, la propia experiencia de una vida vivida en la confianza de quien se sabe en las mejores manos; en la esperanza del que se entiende llamado a una plenitud que se está realizando en cada paso, en cada acontecimiento; en el amor recibido del Amor y dispuesto a darse a sí mismo a los demás, es el mejor testimonio de que Cristo vive.

Somos vasijas de barro (2Co 4, 7-15) que contienen el misterio del Dios encarnado y presente en nuestro mundo que es conducido a su plenitud por su acción misteriosa en y a través de los que somos sus testigos o, al menos, deseamos serlo con toda nuestra alma. Ojalá que tú y yo nos dejemos conducir hoy por el Espíritu que modela la imagen de Jesús en nosotros haciéndonos servidores de nuestros hermanos. Jesús nos conceda, por medio de su Madre y de Santiago, darnos y volcarnos hoy en mil detalles que concreten el amor y el servicio que Él quiere hacer efectivo a través de cada uno (Mt 20, 20-28). Así seremos testigos del Resucitado dando a nuestra fe el contenido indispensable de las obras.