viernes, 17 de marzo de 2017

Sobre alas de águila

Hoy nos recuerda la liturgia la historia de José, vendido por sus hermanos y convertido más adelante en su salvador por designio de Dios (Génesis 37,3-4. 12-13a. 17b-28). Sí, José llega a ser administrador del Faraón evitando que sus hermanos murieran de hambre cuando acuden a él en busca de auxilio. La historia tuvo el más feliz de los finales, pero no empezó nada bien. Me pregunto qué pensaría José mientras caminaba hacia Egipto como esclavo después de haber sido entregado por sus hermanos a unos comerciantes ismaelitas por veinte monedas de plata... Y cómo se sentiría mientras era un prisionero en una tierra extraña...  Sin embargo, Dios nunca abandonó a José y se sirvió de la envidia de sus hermanos y de todo lo que ésta le acarreó para sacar adelante su plan de salvación para el pueblo que Él se había escogido como heredad.

Quizá pienses que esta historia poco o nada tiene que ver contigo. Sigue leyendo y verás como no es así. Porque tú y yo tampoco entendemos muchas veces lo que nos sucede y nos rebelamos ante lo que nos hace sufrir: desconcertados y dolidos nos preguntamos el porqué tantas veces, ante tantas circunstancias adversas. Y es que los planes de Dios nos superan, se escapan a nuestra limitada inteligencia. Y mientras somos conducidos por Dios nos sentimos y creemos abandonados por Él.


Te propongo una cosa: párate unos momentos en un lugar apartado y silencioso. Y repasa en la presencia de Dios todo lo que te ha hecho sufrir: oscuridades, sinsabores, tristezas, pérdidas, fracasos... Repasa con calma, tomándote tu tiempo, y descubrirás que todo eso fue pórtico de momentos cruciales en tu vida. Sí, verás como todo forma parte de un plan de Dios ordenado a tu felicidad, a tu plenitud. ¿No lo ves claro? PídeLe su luz para poderlo contemplar y descubrirás como de todo obtuvo un bien para ti infinitamente mayor del mal que padecías. Contémplalo y contémplate llevado por el Señor que, como nos prometió, lleva nuestra vida como un padre conduce a su hijo pequeño de la mano; contémplate rescatado por Él y traído a Su Presencia "sobre alas de águila" (Éxodo 19,4). ¿No te animas a disfrutar de este vuelo? Te aseguro que no vivirás nada parecido en mucho tiempo...