miércoles, 1 de marzo de 2017

Despertar del sueño de la necesidad

Acabamos de estrenar una nueva cuaresma, ese tiempo que la Iglesia nos regala para retomar, con ilusión e impulso renovados, nuestra relación con el Señor. Se trata de tomarla entre nuestras manos y disponernos a “cuidarla” con mimo y dedicación para que gane en profundidad, en anchura, en intimidad.

La cuaresma es ese tiempo dedicado a despertarnos del sueño de la necesidad. Sí, creemos necesitar muchas cosas: que nuestra situación familiar y laboral mejoren; que las personas que nos molestan cambien; que la enfermedad nos abandone y que la crisis –de cualquier tipo y condición- dé paso a una época de bonanza. Pensamos que cuando todo eso cambie, cuando contemos con el viento a favor, podremos dedicarnos a cultivar nuestra relación con el Señor porque ¡son tantos los impedimentos que obstaculizan este deseo! Esto es lo que pensamos la inmensa mayoría de las veces y nos equivocamos al hacerlo porque es un error considerar que necesitamos que nuestras circunstancias sean otras para dedicarnos a esa tarea vital que solemos posponer indefinidamente esperando tiempos mejores.

Pues éste es el tiempo cuya llegada añorábamos. ¡¡¡Ya está aquí!!! Porque la cuaresma viene a despertarnos del sueño de la necesidad descubriendo ante los ojos del alma que la vida que hoy vivimos es la mejor de las posibles porque en cada uno de sus rincones, de sus esquinas y tramos, podemos descubrir al Señor, reconocerLe, escuchar su voz y atender a su invitación para seguirLe. No necesitamos que las cosas y las personas cambien. Eso es un sueño –o una pesadilla- del que debemos despertar para disponernos a descubrir al Señor en la entraña de nuestra vida hoy y ahora, tal y como es; tal y como está.


¿Cómo hacer esto? Voy a darte una sugerencia para empezar: pide a Jesús que te conceda el don de desear de verdad encontrarte con Él, reconocerLe. Cuando sientas que ha sembrado ese deseo en lo más profundo de tu corazón, pídeLe que te muestre cómo llevarlo a la práctica. Presta atención, escucha –toma entre tus manos la Palabra que la liturgia nos propone cada día- y decídete a “arriesgar” intentando vivir esas ideas que pasan por tu cabeza en los momentos que dedicas a pensar sobre el tema. Te aseguro que, si haces esto, esta cuaresma será una cuaresma diferente; aún mejor: única!!! ¿Por qué no pruebas?