Impresiona descubrir, en la sencillez del relato, la fe de
los dos protagonistas de la lectura de hoy (1Re 17,7-16). La de Elías, que no
duda en la Palabra del Señor y promete a la viuda de Sarepta que ni su harina
ni su aceite se agotarán; y la confianza y docilidad de esta mujer en el
profeta haciendo lo que él le ordena.
Sí, en uno y en otra brilla el poder de Dios, dador de todos
los dones. Porque si Elías actúa con una confianza inquebrantable en Su Palabra
y la viuda obedece sin dudar, se debe a Dios. Y es que Él lo hace todo… si
Le dejamos.
El profeta, que vivía de Dios y para Dios atendiendo a Su
voz, es el instrumento del que el Señor se vale para empezar a conquistar el
alma de la mujer pagana. En este hombre de Dios podemos vernos tú y yo, cada
uno de los bautizados. Porque, no lo dudes, si tratamos de vivir del Señor y
para Él, nuestra vida iluminará la de muchos
mostrándoles el rostro de Dios, ese rostro amoroso y amable que Él hace
brillar sobre todos sus hijos haciéndoles partícipes de Su Luz.