El evangelio de hoy narra la subida de la Sagrada Familia al Templo y la "pérdida" de Jesús niño.
El Señor nos enseña a través de este suceso algo verdaderamente importante: que Dios ha de ser siempre el primero en nuestra vida. Y Jesús, para mostrar la radicalidad de esta exigencia, no dudó en vivirlo para darnos ejemplo.
En algunas ocasiones nos cuesta entender determinadas enseñanzas del Señor que nos resultan duras, excesivas, ininteligibles... Esta reacción no debe extrañarnos en absoluto porque ya nos dice Dios en la Sagrada Escritura que sus caminos no son los nuestros.
Nos consuela y anima el hecho de que tampoco la Virgen entendía. En Ella está la clave para que nuestra respuesta sea la que Dios espera: a pesar de no entender asumía lo que venía de Dios porque confiaba en Él por encima de todas las cosas. Y asumía guardando en el corazón todo lo que sucedía a la espera de la luz que le permitiera entenderlo.
A este respecto, nada nos dice el evangelio de José. Pero no resulta inverosímil considerar la perplejidad y el asombro que le acompañaron durante su vida, una vida en estrecha convivencia con el Misterio del Dios-con-nosotros. ¿Qué haría José ante lo que le desbordaba? Pienso que el padre de Jesús guardaría silencio; un silencio que su corazón honrado y cabal transformaría en adoración.
¡¡¡Cuántas veces María y José contemplarían a Jesús sin decir nada y, al mismo tiempo, haciéndose miles de preguntas sin encontrar respuesta a ellas!!! ¡¡¡Cuántos silencios ante el aparente silencio de Dios!!!
Vamos a pedir hoy a nuestra Madre que nos enseñe ese "arte" de conservar en el corazón todas las cosas que nos cuesta aceptar y de tener la valentía de esperar a que Dios nos las dé a entender... a su debido tiempo. A José, el hombre bueno y fiel, le pido hoy para ti y para mí que nos dé su docilidad, confianza y fortaleza para permanecer a las puertas del Misterio del Dios encarnado sabiendo que nuestro "no entender" se debe a lo inabarcable de un Misterio, un Misterio que nos supera y que sólo pide de nosotros un silencio que adore, acoja y ame.