miércoles, 13 de julio de 2016

Agranda la puerta, Padre

En el Evangelio de hoy (Mt 11,25-27), Jesús da gracias porque Su Padre ha revelado los secretos del Reino a la gente sencilla.

Esas "cosas" que el Señor ha venido a comunicarnos están contenidas en la Sagrada Escritura: en el Antiguo Testamento, como promesa y esperanza; en los relatos de Su vida, muerte y resurrección que nos han transmitido los evangelistas, como cumplimiento. 

La Palabra de Dios, pronunciada para establecer un diálogo de amor con cada uno de nosotros, y encarnada en Jesús en el momento culminante de la Historia, nos revela Quién es Dios y quién es el hombre. Y esto es de tal importancia para nosotros, tan esencial... ¡¡¡vital!!!, que Dios, en Su infinita misericordia, lo ha puesto al alcance de todos para que todos podamos vivir la vida eterna a la que nos llama que consiste en conocerLe y amarLe por encima de todas las cosas.

Sin embargo, como la complicación es patrimonio de la humanidad por efecto del pecado, este mensaje sencillo y asequible, que es actualizado en cada uno de nosotros por la acción del Espíritu Santo en nuestro interior, ha sido, con frecuencia, transformado en algo complejo, enrevesado, engorroso... Sí, hemos enterrado la sencillez evangélica bajo miles de normas, de explicaciones y concreciones que han enturbiado la claridad y la transparencia de esas aguas.

Jesús nos invita hoy a rescatar la frescura y la sencillez de Su mensaje para hacerlo vida. Y, puedes estar seguro, Su gracia nos auxilia oportunamente para que esto sea una realidad. Por eso no podemos desanimarnos cuando, al mirarnos a nosotros mismos y a nuestro alrededor, descubramos complicación, abigarramiento, "barroquismo"... Cuando esto suceda no nos desanimemos y, conocedores de nuestra limitación, pidamos al Señor que nos simplifique.

Dando vueltas a esto han venido a mi memoria esta mañana estos versos de Miguel de Unamuno que ahora comparto con vosotros y que me he apropiado para elevar mi oración al Padre:

"Agranda la puerta, Padre,
porque no puedo pasar.
La hiciste para los niños,
yo he crecido, a mi pesar.
Si no me agrandas la puerta,
achícame, por piedad;
vuélveme a la edad bendita
en que vivir es soñar".