En el Evangelio de hoy (Jn 17,1-11a) Jesús mismo nos dice en
qué consiste la vida eterna: en conocer a Dios y conocerLe a Él.
Este “conocimiento” es posible gracias a la acción del
Espíritu Santo en nuestra alma. Él, nos decía Jesús hace unos días, nos
recuerda todo lo que el Señor dijo e hizo y nos enseña lo que nuestra
capacidad, progresivamente aumentada por Él, puede recibir a medida que vamos creciendo en vida interior.
Vamos conociendo a Dios en tanto en cuanto guardamos Su Palabra y nos
dejamos transformar por Ella y en Ella, en un ejercicio continuo de docilidad a la acción
del Espíritu en nosotros. Y a medida que nos vamos asemejando al Hijo el Padre
recibe gloria con nuestra vida. Porque el Modelo que tenía delante al crearnos
fue su propio Hijo y la alegría y el deseo del Padre es que nos parezcamos a
Jesús cada día un poco más. Así viviremos vida en plenitud, vida eterna desde
ya, porque iremos siendo los que en realidad somos en el proyecto de amor del
Padre.