Hoy hemos rezado en el salmo: "¡Qué
deseables son tus moradas, Señor de los Ejércitos!" (Sal 83). Y
precisamente porque sus moradas son deseables tenemos que darLe gracias...
Gracias, Jesús, porque has puesto en
nuestro corazón deseos de abandonar nuestra vida en tus manos; gracias por esos
deseos de ser posesión tuya; gracias por el deseo de poseerte, Señor...
¡Qué sería de nosotros sin esos deseos que has puesto en nuestro
corazón...!!! Sí Señor, quiero vivir en tu casa ahora y siempre y quiero ser tu
casa para que puedas vivir en mí. No dejes que otros deseos ahoguen éste.